domingo, 14 de junio de 2015

Mi aventura en la feria del libro de Madrid de 2015

13 de junio de 2015

    Una jornada de mucho trabajo. Así es como defino la experiencia acaecida el trece de junio de dos mil quince. Llegamos al filo de las 11.3o horas. La feria llevaba media hora abierta y la gente fluía ya por el paseo demorándose en las casetas. En la 290 un cartel anunciaba la firma de "En la noche" con una foto mía, informal hasta la médula. 
     Estar dentro o fuera de la caseta, marca una vital diferencia; dos mundos que se dan cita bajo una pasión común. Puedo asegurar que casi nunca faltó gente agolpada en el mostrador. A veces vendíamos a cuatro bandas, y tomábamos un breve respiro de cara a la siguiente embestida. No dejaba de asombrarme lo mucho que la 290 vendía. Todos los autores firmamos muchísimos ejemplares; pero esto no se hubiera dado sin el demiurgo Alberto Santos, verdarero y carismático faro atrayendo hacia su luz el río incesante de luciérnagas. Todo un artista de la venta y un malabarista de las emociones humanas. Comprarle un libro resulta tan natural como encantador. Te embelesas escuchando cómo desgrana cada obra, a la que ama como si fuera un hijo.
     Mis devaneos con los lectores me proveía de una singular emoción. Descubrirles quién era Aristarco, la novela y la saga, resultaba tan agotador como hermoso; personas que eran perfectos extraños, a excepción del hilo umbilical que nos unía como amantes de las letras. Pero nunca el triunfo pertenece a uno solo, y en este sentido, los maravillosos diseños de Carlos L. García-Aranda son de una importancia capital, pues la espectacular portada llamaba la atención de los lectores. Captarlos y firmarles el libro era un soberbio y maravilloso triunfo. Una sensación nueva, a la que sucedían esas fotos que reflejan un instante nada forzado. Algunas no pudieron tomarse porque no procedía, o bien porque se trataba de una compra para un regalo. Otras, lamento decir, que no han salido bien y se han pixelado. Para este reportaje se han escogido algunas de las más representativas.
     Y así pasó el día, con un necesitado decanso de dos horas para comer y reponer fuerzas. Por la tarde comencé a acusar el cansancio, pero una fuerza mayor me impelía hacia los lectores, a los que seguí capturando en mis redes mientras mi garganta se tornaba áspera. Cuando me despedí, sobre las 20.30 horas, llevaba conmigo el sabor de la victoria, el sincero abrazo de Alberto y la cálida despedida del equipo que componía esa sólida y arrolladora nave que era la 290.


Mi esposa flanqueada por los buenos mozos de mis hijos.
 
Tras el cálido recibimiento. A mi lado, el editor Alberto Santos, y las autoras T.F. Famux y Eva Zamora.

    
No tardó en llegar el primer lector.

La primera de muchas firmas. No sabía lo que me aguardaba.
Radiante en la primera foto.
Pronto, un muro de lectores. A partir de aquí fue un no parar.
La gente quedaba atrapada con el hechizo de Aristarco Sales...
... o José Ramón de Alejandría, como diría mi amigo Petreñas.
Llamaba la atención que fuera una sólida saga con varios títulos.
Me dí cuenta de lo mucho que leen las mujeres.
Les gusta escuchar por boca del autor las peculiaridades de la obra.
Y les encanta hacerse una foto informal.
Este lector ya venía con la obra leída. Me dijo lo mucho que le había gustado. Le firmé su ejemplar y contesté a todas sus preguntas. Estaba ansioso por leer siguiente aventura de Aristarco.
Otro futuro seguidor de Aristarco. Espero sus correos para hablar de la saga.
Los interesados se sucedían. Yo no paraba de hablar. La foto era el descanso.
He aprendido a plasmar bonitas dedicatorias en poco tiempo.
Comienzo a experimentar los primeros síntomas de cansancio.

Pero grande es mi temple y el filo de mi voz.
Mañana y tarde fueron iguales, para regocijo mutuo.
Algunas veces no había espacio para sacar la foto.
A este lector le gustaba Numancia y quedó intrigado por la premisa.

Buscando hueco para la foto. A veces no era fácil.
Jose, un buen amigo de mis hijos, y la única persona conocida.
Aquí se aprecia mi agotamiento. ¿Qué pasará si me hago famoso?
Congelar el instante era emotivo. Un recuerdo para siempre.
Las firmas siguieron sucediéndose hasta la hora de marchar.
Los lectores eran francamente encantadores.
Junto a Carlos L. García-Aranda, socio de Alberto Santos y diseñador de la maravillosa portada.
Despedida junto a la compañera autora, Lourdes T. Castillo, y Alberto Santos.

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