martes, 25 de noviembre de 2014

Artes marciales y literatura


Un punto de inflexión donde convergen artes marciales y literatura, la espada y la pluma, la fuerza y la delicadeza, el yin y el yang.

Cierto es, que siempre cultivé ambas cosas: cuerpo y mente. Y al llegar el ciclo vital de la madurez, donde acumulas toda la experiencia de un largo viaje, fue algo consecuente que vertiera ese conocimiento en papel. Gustándome subvertir las normas, tanto como buscar la originalidad que enfatizaba Bruce, decidí no abalanzarme hacia el típico ensayo de artes marciales y filosofía. En su lugar, me gustó mucho más la idea de plasmarlo todo a través de una serie de novelas donde la aventura y el misterio se dan la mano. Dos personajes clave representan la fuerza cósmica del yin y el yang. Uno de ellos es el griego Aristarco de Alejandría, investigador y filósofo existencialista, hombre sesudo hasta la médula. El otro es Graco, un romano inteligente y muy físico, experto en la lucha con armas o sin ellas. Un tándem perfecto que me permite derramar todo lo que deseo y me importa como ser humano vital.


Cuando escribí mi primera novela, «En la noche», todos los que me conocían daban por hecho que se trababa de un libro sobre mi filosofía de artes marciales. La cara que esbozaban cuando les decía que se trataba de libros ambientados en la antigüedad, llenos de misterio, batallas épicas y aventura, era digna de contemplar. Quedaban muy desconcertados.
Cuando las novelas se fueron sucediendo, y aquellos que me tenían como maestro de artes marciales las leyeron, pronto llovieron los elogios y las felicitaciones, puesto que en aquellos lugares lejanos y exóticos encontraban claramente las huellas de mi filosofía en las artes marciales. Así que, de alguna forma, he escrito lo que ellos a menudo me pedían: un texto donde dejara expuesta mi personal conocimiento de años. Y me encanta poder decir que, al igual que en su día rompí moldes con el Bruce Lee JKD Club, ahora vuelvo a las andadas con este atípico legado personal después de treinta años de enseñanza continuada como instructor.


Escribir no es fácil, y me ha supuesto un reto desproporcionado. He tenido que aprender y pulir mucho la técnica, remontando deficiencias y potenciando las cualidades que siempre estuvieron ahí, aguardando. Me acordaba de Bruce y su denodado trabajo por hacerse oír, dándose batacazos y encajando desilusiones; pero siempre lleno de paciencia y tesón, levantándote siempre antes de la cuenta final para seguir luchando. Y, tal y como siempre él argumentó, lo que llevas a cabo con la fuerza del corazón, siempre termina por dar algún fruto, pensando que el éxito no es tan enriquecedor como el viaje hacia él.



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