martes, 10 de junio de 2014

Presentación



Escribir sobre Bruce Lee no representa un gran esfuerzo; es un personaje atractivo y carismático que nos embelesa a poco que lo veamos, ya sea en películas, en fotos, o incluso leyendo sobre él. Lo verdaderamente difícil es desarrollar un trabajo sin dejarse llevar por la emoción personal y los afectos, lo cual creará un filtro instantáneo, a través del cual resultará imposible ser objetivos, y donde todo análisis dejará de ser fiable.
Si algo he aprendido de la filosofía de Bruce y de mi paso por la vida, después de haber recorrido un buen trecho del camino, es lo difícil que representa expresarse con la honestidad que tanto abanderaba. Seguir su luz no es tarea fácil, entre tanto la vida está llena de intereses, oscuridad y poder. De hecho, él mismo tuvo su dificultad para hacer llegar al público los conceptos filosóficos de su mensaje liberador. Tanto, como para decidir cerrar las escuelas que fundó. Este prisma se expande y magnifica tras su muerte, cuando él ya no puede tomar control sobre su obra y sus deseos. Todos sabemos cómo procesamos el pasado y lo reconvertimos según nuestra comodidad y percepción, ajustada a lo que sabemos, o creemos saber.
Llevar a la práctica la filosofía de Bruce en las artes marciales y en la vida, requiere esfuerzo y dolor; principalmente porque nos exige abandonarlo una vez nos hemos realizado. Quedarnos pegados a su vera, no sólo representa nuestra involución, sino que también no hemos asimilado, ni llevado a la práctica sus consejos. Esto no quiere decir que tengamos que prescindir de los momentos de felicidad que nos regala su sabiduría; tan sólo que debe ser una cosa más entre el gran universo que nos rodea. Sin mayor importancia. Pero los seres humanos tendemos a apropiarnos, diseccionar y congelar a nuestro lado todo aquello que nos gusta. Por este motivo, si te quedas en Bruce Lee, si permaneces siempre en su luz, dejas de evolucionar hacia tu propia realidad, que no es otra que la de expresarte como ese genuino e indivisible ser humano que él preconizaba.
He vivido lo suficiente para asimilar y completar las experiencias que Bruce no tuvo a causa de su repentina muerte, desarrollándome al ciento por ciento a través de sus indicaciones, percepciones y reseñas filosóficas, amén de las psicológicas. Sí es cierto que fue muy duro dejar el bote que me permitió cruzar al otro lado, y no cargarlo a mis espaldas como un pesado lastre. En compensación, he visto y sentido cómo su legado germinaba en mis entrañas, convirtiéndome en maestro, ensayista y escritor, alejado del mito, y de todo aquello que afloraba en la superficie; porque el Bruce Lee que solemos conocer en primera instancia, sólo es la punta del iceberg. Sus películas y fotos son el anzuelo y las redes con las que atrapa sus peces.
            


                                                                                  José Ramón Sales


                                                                                 

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