Las artes marciales están ligadas a mi historia como ser humano, en una
época en la que sufrí las inclemencias de la mano fácil ostentada por mis
mayores y preceptores, así como los inefables chicos que siempre abundan en las
cuadrillas, en las calles y en los colegios. Seres que, ya en edades tempranas,
se alimentan de todo el sufrimiento que desencadenan. Con el tiempo, mi meta
sería la de conseguir que nadie, nunca más, me pusiera la mano encima.
Bruce Lee está irremediablemente ligado a ellas. Llegado el momento, no
encontraba un sistema de defensa que fuera de mi agrado. Y lo encontré en aquel
oriental que se expresaba de forma atípica a su linaje marcial, combinando movimientos
de corte muy occidental. Todo ello enmarcado en la simpleza y vertiginosa
velocidad de sus movimientos.
Descubrir quién era no fue nada fácil, dada la desinformación imperante en la época;
pero el destino habría de ponerme en el camino, de forma bastante accidental.
Sea como fuere, conforme más descubría sobre este extraño personaje, más y más
me asombraba, por la inequívoca correlación con mi rebelde carácter
autodidacta. El punto culminante de esta afirmación se alcanza cuando te
anticipas en el análisis de un movimiento marcial, o reflexión filosófica,
cotejándola algún tiempo más tarde con los del propio Bruce Lee. Es decir,
incontables veces, cuando alcanzaba un punto, podía darme cuenta de que ya
había llegado a la misma conclusión.
Seguir la senda abierta por Bruce Lee no fue difícil; aunque sí hube de
hacer acopio de paciencia y tesón. El JKD Club me brindó la oportunidad única
de adentrarme totalmente en aquel fascinante mundo de ideas, surgidas de una
mente adelantada a su tiempo. Ser autodidacta por la carencia de posibilidades
de la época, me brindó la oportunidad inigualable de asimilar el conocimiento
de forma muy especial. Algo así como las percepciones que desarrolla un
invidente, agudizando el resto de sentidos. Esto, unido al hecho de verme
reflejado en él, derivó en una comprensión del mundo que me rodeaba. Creo que
éste es el motivo por el que he podido llegar a ser un tanto especial en las
cosas que he rozado en la vida.
El Jeet Contact no iba a ser diferente.
Tras cinco años de estudios autodidactas comencé a impartir clases
particulares de algo que yo por aquel entonces contemplaba como una especie de
versión apócrifa del JKD. Sin embargo, ya desde el comienzo, y llevando al pie
de la letra los consejos del propio Bruce, ofrecía un sistema tamizado por mi
propio carácter. Unos años más tarde abrí un centro en Valencia, que hibridé
con el Club; como se puede comprobar más adelante en las fotografías. Siendo algo orgánico,
y tras algún incidente con los ya flamantes herederos de la filosofía de Bruce Lee,
puse nombre a mi sistema, llamándolo Jeet Contact. Creo recordar que corría
allá por el año 1985 cuando tuvo lugar el singular bautismo. Tiempo después
hube de convenir en lo positivo del hecho, de seguir al pie de la letra la ideología de Bruce Lee en el JKD. Y así, gracias a esta forma de
contemplar con honestidad lo que desarrollaba, y avalado por la Suska, fue como
pude enseñar durante 30 años una filosofía de artes marciales liberada de
ataduras. Y 30 años es mucho tiempo.
Durante ese espacio de vida siempre estuve evolucionando, hasta alcanzar
la velocidad y la maestría por la que llegué a ser admirado más tarde, modelándome como una suerte de enciclopedia viviente sobre la efectividad en las artes marciales. Una
conjunción entre el físico y el intelecto. Algo que habría de constituir la
esencia de mi persona.
José Ramón Sales
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