lunes, 9 de junio de 2014

Mis artes marciales



Las artes marciales están ligadas a mi historia como ser humano, en una época en la que sufrí las inclemencias de la mano fácil ostentada por mis mayores y preceptores, así como los inefables chicos que siempre abundan en las cuadrillas, en las calles y en los colegios. Seres que, ya en edades tempranas, se alimentan de todo el sufrimiento que desencadenan. Con el tiempo, mi meta sería la de conseguir que nadie, nunca más, me pusiera la mano encima.
Bruce Lee está irremediablemente ligado a ellas. Llegado el momento, no encontraba un sistema de defensa que fuera de mi agrado. Y lo encontré en aquel oriental que se expresaba de forma atípica a su linaje marcial, combinando movimientos de corte muy occidental. Todo ello enmarcado en la simpleza y vertiginosa velocidad de sus movimientos.
Descubrir quién era no fue nada fácil, dada la desinformación imperante en la época; pero el destino habría de ponerme en el camino, de forma bastante accidental. Sea como fuere, conforme más descubría sobre este extraño personaje, más y más me asombraba, por la inequívoca correlación con mi rebelde carácter autodidacta. El punto culminante de esta afirmación se alcanza cuando te anticipas en el análisis de un movimiento marcial, o reflexión filosófica, cotejándola algún tiempo más tarde con los del propio Bruce Lee. Es decir, incontables veces, cuando alcanzaba un punto, podía darme cuenta de que ya había llegado a la misma conclusión.
Seguir la senda abierta por Bruce Lee no fue difícil; aunque sí hube de hacer acopio de paciencia y tesón. El JKD Club me brindó la oportunidad única de adentrarme totalmente en aquel fascinante mundo de ideas, surgidas de una mente adelantada a su tiempo. Ser autodidacta por la carencia de posibilidades de la época, me brindó la oportunidad inigualable de asimilar el conocimiento de forma muy especial. Algo así como las percepciones que desarrolla un invidente, agudizando el resto de sentidos. Esto, unido al hecho de verme reflejado en él, derivó en una comprensión del mundo que me rodeaba. Creo que éste es el motivo por el que he podido llegar a ser un tanto especial en las cosas que he rozado en la vida.
El Jeet Contact no iba a ser diferente.
Tras cinco años de estudios autodidactas comencé a impartir clases particulares de algo que yo por aquel entonces contemplaba como una especie de versión apócrifa del JKD. Sin embargo, ya desde el comienzo, y llevando al pie de la letra los consejos del propio Bruce, ofrecía un sistema tamizado por mi propio carácter. Unos años más tarde abrí un centro en Valencia, que hibridé con el Club; como se puede comprobar más adelante en las fotografías. Siendo algo orgánico, y tras algún incidente con los ya flamantes herederos de la filosofía de Bruce Lee, puse nombre a mi sistema, llamándolo Jeet Contact. Creo recordar que corría allá por el año 1985 cuando tuvo lugar el singular bautismo. Tiempo después hube de convenir en lo positivo del hecho, de seguir al pie de la letra la ideología de Bruce Lee en el JKD. Y así, gracias a esta forma de contemplar con honestidad lo que desarrollaba, y avalado por la Suska, fue como pude enseñar durante 30 años una filosofía de artes marciales liberada de ataduras. Y 30 años es mucho tiempo.
Durante ese espacio de vida siempre estuve evolucionando, hasta alcanzar la velocidad y la maestría por la que llegué a ser admirado más tarde, modelándome como una suerte de enciclopedia viviente sobre la efectividad en las artes marciales. Una conjunción entre el físico y el intelecto. Algo que habría de constituir la esencia de mi persona.
  
                                                                      
                                                                                         José Ramón Sales



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